domingo, agosto 19, 2012

No es otra historia sobre mujeres.



Un oscuro día
le di las llaves
de la suburbial
casa de mi alma.
Yo ya había
decidido largarme
con todo el equipaje
que se lleva uno
en estos casos
que es ninguno.
Es ese equipaje
que aguarda
más que polvoriento
y desvencijado
en el diminuto trastero
de la memoria
al que uno evita entrar
hasta que ya no queda
más remedio.
Entonces ella
se instaló
repentinamente
junto a un par
de tristes cuervos negros
que traía en los ojos
cuando yo ya estaba a punto
de salir por la puerta.
¡Qué demonios!
Me quedaré un tiempo más- me dije.
Y durante ese tiempo
seguimos fabulando
sobre la belleza
y su existencia
con las piernas
bien metidas en sendos
cubos de basura
a modo de calentito
y relajante baño de pies.
Una forma de huida
o de claudicación
como otra cualquiera
no se vayan a creer.
Algunas veces
ya fuera por una súbita
y accidental borrachera
o por los usuales
estados de estúpido
trance hipnótico
en los que me dejan
insignificantes
sucesos del pasado
me ausentaba.
A mis regresos
comencé a observar
diversos cambios
a pesar
de que establecí
que no debían regarse
las plantas muertas
porque ya estaban muertas
y que muertas estaban bien
o ventilar la casa
pues así sólo se conseguiría
que los voraces
y fecundos insectos
lo infectaran todo aún más.
No tardé en encontrar
como era previsible
tiras adhesivas atrapacucarachas
en viejos poemas manuscritos
o trampas ratoneras
bajo relatos todavía no escritos.
Llegué incluso a toparme
con gente desconocida
que me llamaba al orden
en mi propio salón.
A un tipo con pinta
de funcionario de prisiones
le molestaba que me colgara del balcón
como un spiderman gordo,
viejo y cansado que ya no puede
ni eyacular unas tristes telarañas
ni salvarse a sí mismo.
Me dijo que cuando quisiera salir
que lo hiciera por la puerta
como todo el mundo
pues ello inquietaba al vecindario.
El maldito idiota
no debería ignorar
que una puerta
sólo conduce a otra puerta,
que las puertas
son infinitas
y que por eso algunos
preferimos salir
por los balcones.
Entré en ira.
Deseché violentamente
los insecticidas adhesivos
y los poemas quedaron ilegibles.
Las ratoneras trampas
me agarrotaron los dedos
y dejé de escribir.
Eché a todos los extraños
de mi casa
y vino a visitarme la policía
y los servicios de salud mental
amenazándome
con que si no era más amable
o me negaba a utilizar las puertas
como todo el mundo
me vería durante mucho tiempo
obligado a gozar la de una celda.
Después de unos minutos de charla
creo que se dieron cuenta
de que ya vivía en una celda
de la que no era posible escapar
y en lugar de marcharse asustados
me encerraron en otra.
Pero eso no era para mí
Y decidí partir definitivamente
y la busqué para despedirme
pero no la encontré.
Intenté abrir la última botella
y el último frasco de pastillas
pero tampoco lo logré.
Todo parecía estar frente a mi
pero ya no podía alcanzarlo.
Intenté tocarme
y extrañamente comprobé
que yo tampoco estaba
por lo que deduje
que mi ansiada partida
hacía ya mucho tiempo
que había sucedido.
No obstante busqué un espejo.
Sólo pude observar
a un par de negros y tristes cuervos
aleteando en mis ojos
entonces supe
que ella se había mudado
al pequeño trastero
a cuidar el polvo de mi memoria.
Pude así imaginar
que escribía estas letras
pues si alguna habilidad
he tenido alguna vez
es la de no necesitar
ni manos ni soporte alguno
para hacerlo.

2 Comentarios:

Blogger Mr. Jones™ dijo...

Jajajaja, qué alegría más grande acabas de darme, cabronazo. Ni siquiera te he leído y ya estoy bailando de felicidad. Voy a leerte.

Qué bueno que hayas vuelto.

7:17 a. m.  
Blogger Hugo Izarra dijo...

:)

7:27 a. m.  

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