martes, noviembre 20, 2012

Noviembre y un poco de mierda fascista.

Ustedes ignoran lo que es jugarse la vida.
Y no porque sean ignorantes
o no se la hayan jugado.
Es sólo porque lo ignoran.
Como por ejemplo buscar
la última habitación de la casa
para no tener que escuchar a ese vecino
(al que de todos modos van a escuchar)
fornicando en las paredes
con su taladro de última generación
a todas las mujeres con las que jamás yació
mientras sólo declama
alguna forma del subjuntivo del verbo matar.
Un día eché su puerta abajo
le partí su estúpida cara de asombro
y me costó una detención.
En otra ocasión quise escuchar a Lila Downs
en un bar de “España 2000”
y nos rompimos las madres.
Obviamente yo salí ganando;
los ensucié con mi sangre.
No es que mi sangre tenga nada de especial
no vayan a creerse que ando presumiendo
de rancios abolengos.
Aunque podría presumir de su oxímoron.
Es que en noviembre no soporto
a los hijos de putas fascistas.
Tómese como licencia poética
pues nunca tuve nada contra las putas. 
Y digo noviembre como podría haber dicho
y un poco de hierba o su anáfora.
La saqué entonces de la tierra
de un asqueroso piso de mierda
como una delicada trufa negra.
Llovía a cántaros y sangraba hasta por su nombre.
La cuidé como a mi hija.
Y lo más hermoso es que sigue conmigo
aunque ya hace mucho tiempo que se murió.
¿Para qué darle más vueltas?